El conocimiento

Cuando abrió el libro, no buscaba respuestas, solo un respiro.
Pero cada palabra parecía observarlo desde dentro, como si el texto supiera algo que él aún no había sospechado.

A la tercera página sintió un leve desasosiego: no era él quien leía, era el libro quien lo desnudaba. Le revelaba huecos que nunca había mirado, preguntas que había evitado, certezas que no le pertenecían.

Entonces comprendió que el conocimiento no ilumina: delimita.
Y que cada vez que uno aprende algo nuevo, pierde un refugio antiguo.

Cerró el libro.
Y en ese instante descubrió que ya no podía volver a ser quien era antes de abrirlo.