Astuto
El zorro llevaba días observando al pastor. No le interesaban las ovejas, sino el patrón invisible: la hora exacta en que el hombre miraba al horizonte, el instante en que la rutina se volvía ceguera.
Una noche, cuando la luna parecía estar pensando en otra cosa, el zorro entró en el corral sin prisa, sin hambre y sin rastro. No robó nada. Solo dejó una huella perfecta frente a la puerta.
A la mañana siguiente, el pastor encontró la marca y cerró todas las salidas. Satisfecho, se sintió más seguro que nunca.
Aquella noche, el zorro regresó. Rodeó el vallado reforzado, contempló la torpeza del orgullo humano y sonrió en silencio.
No necesitaba entrar: ya había ganado. El miedo trabaja gratis para los astutos.