La cumbre
Subió tan alto que el aire ya no tenía ecos.
Desde allí, miró hacia abajo y creyó ver el mundo rendido.
Sonrió, convencido de haber vencido a todos.
Entonces el suelo tembló apenas —un suspiro del abismo—
y comprendió, demasiado tarde,
que la soberbia también asciende sin mirar dónde pisa.