El mapa invisible

Desde niño soñó con recorrer el mundo. Guardaba mapas, señalaba rutas, memorizaba capitales. Pero la vida lo mantuvo siempre quieto, anclado en la misma calle, viendo pasar las estaciones desde la ventana.

Un día, al borde de la vejez, alguien le preguntó si se arrepentía de no haber viajado.
Él sonrió, y respondió:
—He viajado más que muchos. Cada libro fue un país. Cada conversación, una frontera. Cada amor, un idioma distinto.

Y al morir, no dejó pasaporte, pero sí un cuaderno lleno de sellos invisibles.