Cuando ya no queda nada
Caminó sin rumbo, como si cada paso no fuera elección, sino arrastre.
Le dolían los pensamientos, le pesaban los párpados, y hasta el aire parecía demasiado denso.
Había dado todo: palabras, esfuerzos, lágrimas…
Pero el mundo no se detenía a preguntarle si aún quedaba algo de él.
Y ya no quedaba. Solo un cuerpo con forma de hombre, esperando que el silencio lo entendiera.