Elegida por la oscuridad
Cuando la luz se fue, no hizo ruido.
Simplemente dejó de estar.
Al principio, creí que era una avería. Luego, una prueba.
Pero las horas pasaron y la oscuridad no solo persistía: crecía.
Se deslizaba por los pensamientos, borraba los recuerdos, y desdibujaba mi nombre.
Al final entendí que la oscuridad no era ausencia.
Era presencia.
Y me había elegido a mí.