El huésped perfecto
Se instaló sin ruido, como una idea que nadie discute.
Al principio, sólo pedía un poco de atención, una decisión pequeña, una renuncia insignificante.
Después, empezó a hablar por él. A elegir por él. A desear por él.
Cuando quiso expulsarlo, ya no recordaba qué parte de sí era intrusa.
El parásito sonreía desde el espejo.