El banco frío

Cada mañana, el anciano se sentaba en el mismo banco del parque, con la bufanda raída y una bolsa de pan duro. Las palomas lo conocían; la gente, no.

Un día, no apareció. Nadie preguntó.

El banco siguió allí, ocupado por otros, ignorado como él. Y aunque el sol seguía saliendo, ese rincón había perdido algo más que una sombra. Había perdido la memoria de alguien que, para todos, nunca estuvo.