Épocas



A las pocas horas del exterminio de un gran ejército durante la Edad Media, otro ejército tomó el relevo: moscas carroñeras y sus larvas, escarabajos, ácaros, avispas y polillas, pronto convirtieron los cadáveres en nutrientes para las plantas. En pocos meses, una exuberante vegetación fue el testimonio del horror vivido en ese campo de batalla, transformado en jardín.

Hoy, no hacen falta esos ejércitos de necrófagos limpiadores. Los nichos o los crematorios son el destino de los muertos. Hay demasiados. Por eso, hace tiempo que no brotan nuevos jardines silvestres; ramos y coronas son los sustitutos.

Si seguimos así, tendremos que acabar siendo nuestros propios nutrientes. Ya no habrán jardines silvestres, ni ramos, ni coronas.