Apariencias



—¡Mirón vanidoso! —exclamó el mendigo, dirigiéndose al viandante del elegante abrigo azul, que le miraba desde la acera de enfrente.
—¿Por qué dice eso?
—Hace rato que me observa. Supongo que se enorgullece de su estatus a costa mía. Pues, esa satisfacción que le aporto bien merece un donativo.
—Lo lamento, tendrá que ser en otra ocasión —dijo el del abrigo, que se marchó cabizbajo a empeñar lo último de valor que le quedaba.