Ocio invasivo
—En mi época juvenil, era el cine
la única ventana al mundo. Las otras se circunscribían a la familia, al barrio
y al colegio; todas repetitivas y previsibles. A través del cine comprendí lo
que era el odio, la lujuria, la envidia, la soberbia, la gula, la ira, la
avaricia, el amor, la pasión, el deseo,… y no solo eso, sino también mimeticé
comportamientos sociales, lo que llaman el saber estar. Por el contrario, los
programas actuales de entretenimiento, tipo magacín
y reality shows, son espacios enmascarados
para promover la estupidez en la audiencia. Son roba tiempos.
—¿Con qué propósito?
—Primero, por el dinero. Eso está
claro. Justifica socialmente a las cadenas y productoras, y satisface a los
accionistas.
—Pero ¿por qué promover la
estupidez?
—Ya que no se pueden invadir y
conquistar los países por lo que tienen, hay que encontrar medios más sutiles. La
dependencia es la clave. Conseguir que otros dependan de tus recursos económicos, de
tus programas y redes informáticas, de tus fármacos, de tu tecnología. Para
ello, los países líderes, hace tiempo que mantienen su
hegemonía incrementando las asimetrías intelectuales con el resto.
—Sigo sin ver la relación con lo
de aumentar la estupidez…
—Un
país distraído, deja de competir en igualdad de condiciones. Es una nación conquistada por la
industria del ocio.
—Comprendo
—Si a ello añades a colectivos
que no pueden o no quieren invertir en formación para reciclarse, ni te cuento
el destino de esa sociedad que, por cierto, se parece mucho a la nuestra.
—¿Sabes que te digo?... mejor vamos a ver la tele que empieza el culebrón que tanto me gusta.