El eco de lo ausente

El reloj seguía latiendo en la pared, pero en la casa ya no quedaba nadie que lo escuchara.
La melancolía era ese eco suave que llenaba los pasillos, como si el aire recordara mejor que yo las risas antiguas. Abrí una ventana y el viento entró con olor a lluvia, trayendo consigo la certeza de que hay ausencias que no se curan, solo aprenden a convivir con el tiempo.