El reflejo

Un anciano pulía cada mañana un espejo roto que guardaba en su mesa.
Cuando alguien le preguntaba por qué no compraba uno nuevo, respondía:
—Porque en los fragmentos recuerdo que no soy entero.

Cada visitante veía en ese cristal su rostro dividido, y comprendía que la humildad no era rebajarse, sino aceptar las grietas que nos completan.