El hombre sin sombra

Había sido mecánico en un taller de barrio. Tenía manos fuertes, manchadas de grasa y un hijo que corría a abrazarlo al volver del trabajo. Luego llegaron los despidos, las facturas, la botella para dormir, y el abandono de todos.

Acabó bajo un puente, entre cartones húmedos, con un saco de plástico como almohada. El frío le arrancaba el sueño y la indiferencia lo volvía invisible. Nadie lo miraba.

Una madrugada lo hallaron inmóvil, todavía aferrado a la bolsa que contenía lo último suyo: un llavero oxidado y una foto doblada de un niño. El parte policial fue breve: “Varón, sin domicilio conocido”.

La ciudad amaneció igual. El hombre había perdido hasta su sombra.